De la banalidad y el cambio
Salen a veces a decir los fantasmas, que el amor ya no existe, que la felicidad es un sueño, salen entonces las voces de los que aun creen, los que prefieren el sueño, los tontos.
Fantasmas y tontos escribiendo en el aire repiten lo mismo sin mirarse, sin preguntarse, solo anuncian sus facetas, el que no da y que no ama, el que asusta, el que lo da y lo profesa, que da risa.
Pero los dos son temporalidad del otro.
Tan vano tan vano que ni siquiera existe, tan profundo que no ve la luz, dejándose llevar por lo que mira y aun desconfiando de lo que no puede ver, sintiendo hasta el alma, pensando en el miedo, con la mirada del fantasma y con la intención del tonto, se entrega como tonto y se va como fantasma. Lo dicho, los dos, son temporalidad del otro.
Fantasmas y tontos escribiendo en el aire repiten lo mismo sin mirarse, sin preguntarse, solo anuncian sus facetas, el que no da y que no ama, el que asusta, el que lo da y lo profesa, que da risa.
Pero los dos son temporalidad del otro.
Tan vano tan vano que ni siquiera existe, tan profundo que no ve la luz, dejándose llevar por lo que mira y aun desconfiando de lo que no puede ver, sintiendo hasta el alma, pensando en el miedo, con la mirada del fantasma y con la intención del tonto, se entrega como tonto y se va como fantasma. Lo dicho, los dos, son temporalidad del otro.